María con nosotros
Evangelio 14 diciembre 2022 (Lc 7,19-23) Padre David de Jesús. San Juan de la Cruz.
El Evangelio de hoy (Lc 7,19-23):
EN aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos los envió al Señor diciendo:
«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?».
Los hombres se presentaron ante él y le dijeron:
«Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”».
En aquella hora Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Y respondiendo, les dijo:
«Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Textos para profundizar:
Homilía San Juan Pablo II sobre San Juan de la Cruz. 4 noviembre 1982:
8. El hombre moderno, no obstante sus conquistas, roza también en su experiencia personal y colectiva el abismo del abandono, la tentación del nihilismo, lo absurdo de tantos sufrimientos físicos, morales y espirituales. La noche oscura, la prueba que hace tocar el misterio del mal y exige la apertura de la fe, adquiere a veces dimensiones de épica y proporciones colectivas.
También el cristiano y la misma Iglesia pueden sentirse identificados con el Cristo de San Juan de la Cruz, en el culmen de su dolor y de su abandono. Todos estos sufrimientos han sido asumidos por Cristo en su grito de dolor y en su confiada entrega al Padre. En la fe, la esperanza y el amor, la noche se convierte en día, el sufrimiento en gozo, la muerte en vida.
San Juan de la Cruz, con su propia experiencia, nos invita a la confianza, a dejarnos purificar por Dios; en la fe esperanzada y amorosa, la noche empieza a conocer “los levantes de la aurora”; se hace luminosa como una noche de Pascua —“O vere beata nox!”, “¡Oh noche amable más que la alborada!”— y anuncia la resurrección y la victoria, la venida del Esposo que junta consigo y transforma al cristiano: “Amada en el Amado transformada”.
¡Ojalá las noches oscuras que se ciernen sobre las conciencias individuales y sobre las colectividades de nuestro tiempo, sean vividas en fe pura; en esperanza “que tanto alcanza cuanto espera”; en amor llameante de la fuerza del Espíritu, para que se conviertan en jornadas luminosas para nuestra humanidad dolorida, en victoria del Resucitado que libera con el poder de su cruz!
San Juan Pablo II. Carta apostólica Maestro en la fe:
1. […] Este mensaje, dirigido a todos, es herencia y tarea apremiante para el Carmelo Teresiano que, con razón, lo considera padre y maestro espiritual. Su ejemplo es ideal de vida; sus escritos son tesoro a compartir con cuantos buscan hoy el rostro de Dios; su doctrina es también palabra actual, en especial para España, su patria, cuyas letras y nombre honra con su magisterio de alcance universal.
2. Yo mismo me he sentido atraído especialmente por la experiencia y enseñanzas del santo de Fontiveros. Desde los primeros años de mi formación sacerdotal encontré en él un guía seguro en los senderos de la fe. Este aspecto de su doctrina me pareció de importancia vital para todo cristiano, particularmente en una época como la nuestra, exploradora de nuevos caminos, pero también expuesta a riesgos y tentaciones en el ámbito de la fe.
6. A las graves urgencias espirituales de su tiempo Juan de Yepes responde abrazando una vocación contemplativa. Con ese gesto no se desentiende de sus responsabilidades humanas y cristianas; por el contrario, al dar ese paso se dispone a vivir con plena conciencia el núcleo central de la fe: buscar el rostro de Dios, escuchar y cumplir su palabra, entregarse al servicio del prójimo.
El nos demuestra cómo la vida contemplativa es una forma de realizarse plenamente el cristiano. El contemplativo no se limita únicamente a largos ratos de oración. Los compañeros y biógrafos del santo carmelita nos ofrecen de él una imagen dinámica: en su juventud aprendió a ser enfermero y albañil, a trabajar en la huerta y aderezar la Iglesia. Ya adulto, desempeñó responsabilidades de gobierno y de formador, atento siempre a las necesidades espirituales y materiales de sus hermanos. A pie recorrió largos caminos para asistir espiritualmente a sus hermanas, las Carmelitas Descalzas, persuadido del valor eclesial de su vida contemplativa. En él todo puede resumirse en una honda convicción: es Dios y sólo él quien da valor y sabor a toda actividad, "porque donde no se sabe a Dios, no se sabe nada" [6].