El Evangelio de hoy (Jn 6,16-21):
✠
AL oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no temáis».
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.
Textos para profundizar:
Proverbios 3,5:
“Confía en el Señor con toda el alma, | no te fíes de tu propia inteligencia”.
Salmo 84 (83),13:
“¡Señor del universo, dichoso el hombre | que confía en ti!”.
Jeremías 17,7-8:
“Bendito quien confía en el Señor | y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua, | que alarga a la corriente sus raíces; | no teme la llegada del estío, | su follaje siempre está verde; | en año de sequía no se inquieta, | ni dejará por eso de dar fruto”.
I. Acercarse a Él con toda confianza
2777. En la liturgia romana, se invita a la asamblea eucarística a rezar el Padre Nuestro con una audacia filial; las liturgias orientales usan y desarrollan expresiones análogas: “Atrevernos con toda confianza”, “Haznos dignos de”. Ante la zarza ardiendo, se le dijo a Moisés: “No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies” (Ex 3, 5). Este umbral de la santidad divina, sólo lo podía franquear Jesús, el que “después de llevar a cabo la purificación de los pecados” (Hb 1, 3), nos introduce en presencia del Padre: “Henos aquí, a mí y a los hijos que Dios me dio” (Hb 2, 13):
«La conciencia que tenemos de nuestra condición de esclavos nos haría meternos bajo tierra, nuestra condición terrena se desharía en polvo, si la autoridad de nuestro mismo Padre y el Espíritu de su Hijo, no nos empujasen a proferir este grito: “Abbá, Padre” (Rm 8, 15)... ¿Cuándo la debilidad de un mortal se atrevería a llamar a Dios Padre suyo, sino solamente cuando lo íntimo del hombre está animado por el Poder de lo alto?» (San Pedro Crisólogo, Sermón 71, 3).
2778. Este poder del Espíritu que nos introduce en la Oración del Señor se expresa en las liturgias de Oriente y de Occidente con la bella palabra, típicamente cristiana: parrhesia, simplicidad sin desviación, conciencia filial, seguridad alegre, audacia humilde, certeza de ser amado (cf. Ef 3, 12; Hb 3, 6; 4, 16; 10, 19; 1 Jn 2,28; 3, 21; 5, 14).
Señor Jesús, tengo certeza de Tu amor por mi y de que quieres que mi amor por Ti sea total, sin reserva y sin rivales, entonces veo cómo este amor debe estar unido necesariamente a mi confianza en Ti.
Es así como te quiero amar, plenamente, confiadamente, despreocupadamente... dejando que Tú te hagas cargo de todo, sabiendo que donde estás Tú, está también nuestra Madre.
En las buenas y en las malas Tú conmigo y yo contigo Jesús, con la esperanza cierta en la vida eterna, gozando desde ya de Tu amor Trinitario. ¿Qué más puedo pedir?.
Señor, Tu sabes que quiero tener un nuevo Pentecostés cada día, envíame Tu Santo Espíritu.
Hoy renuevo mi consagración a la dulce Reina…
Jn 6:16-21. "Ego sum nolite timere". "Soy Yo, no tengáis miedo".
El tema está complicado,
la situación no mejora
y ya me estoy agobiando,
no sé qué hay que hacer ahora.
Pensé que estaba seguro,
pero ya hay muchos problemas,
cada día es un disgusto
y aunque rece no se arregla.
Sé que estás ahí, Jesús,
caminando sobre el mar,
pero no soy como Tú,
no puedo mi mar calmar.
¿No estoy Yo aquí, Dios, Jesús?
¿No está mi Madre, María?
¿Para qué morí en la cruz?
¡Ánimo, venga, alegría!
Te abro las puertas del cielo.
¿Por qué entonces tener miedo,
si se va a cumplir tu anhelo?
Mírame... aparta el velo.
Contigo estoy a tu lado,
confía en Mí,…