El Evangelio de hoy (Lc 6,36-38):
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EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discÃpulos:
   «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».
Textos para profundizar:
San Juan de la Cruz. Llama de amor viva:
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
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y toda deuda paga.
23. Esto dice el alma porque en el sabor de vida eterna, que aquà gusta, siente la retribución de los trabajos que ha pasado para venir a este estado; en el cual no solamente se siente pagada y satisfecha al justo, pero con grande exceso premiada, de manera que entiende bien la verdad de la promesa del Esposo en el Evangelio (Mt. 19, 23) que darÃa ciento por uno. De manera que no hubo tribulación, ni tentación, ni penitencia, ni otro cualquier trabajo que en este camino haya pasado, a que no corresponda ciento tanto de consuelo y deleite en esta vida, de manera que puede muy bien decir el alma: y toda deuda paga.
24. Y para saber cómo y cuáles sean estas deudas de que aquà el alma se siente pagada, es de notar que, de vÃa ordinaria, ningún alma puede llegar a este alto estado y reino del desposorio, que no pase primero por muchas tribulaciones y trabajos; porque, como se dice en los Actos de los Apóstoles (14, 21), por muchas tribulaciones conviene entrar en el reino de los cielos, las cuales ya en este estado son pasadas, porque de aquà adelante, porque el alma está purificada, no padece.
25. Los trabajos, pues, que padecen los que han de venir a este estado, son en tres maneras, conviene a saber: trabajos y desconsuelos, temores y tentaciones de parte del siglo, y esto de muchas maneras; tentaciones y sequedades y aflicciones de parte del sentido; tribulaciones, tinieblas, aprietos, desamparos, tentaciones y otros trabajos de parte del espÃritu, porque de esta manera se purifique según las partes espiritual y sensitiva, a la manera que dijimos en la declaración del cuarto verso de la primera canción.
27. Y aquà nos conviene notar la causa por que hay tan pocos que lleguen a tan alto estado de perfección de unión de Dios. En lo cual es de saber que no es porque Dios quiera que haya pocos de estos espÃritus levantados, que antes querrÃa que todos fuesen perfectos, sino que halla pocos vasos que sufran tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y los halla flacos (de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menor desconsuelo y mortificación) de aquà es que, no hallándolos fuertes y fieles en aquello poco que les hacia merced de comenzarlos a desbastar y labrar, eche de ver lo serán mucho más en lo más, y mucho no va ya adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra por la labor de la mortificación, para la cual era menester mayor constancia y fortaleza que ellos muestran.
Y asÃ, hay muchos que desean pasar adelante y con gran continuación piden a Dios los traiga y pase a este estado de perfección, y, cuando Dios los quiere comenzar a llevar por los primeros trabajos y mortificaciones, según es necesario, no quieren pasar por ellas, y hurtan el cuerpo, huyendo el camino angosto de la vida (Mt. 7, 14), buscando el ancho de su consuelo, que es el de la perdición (ib. 7, 13), y asà no dan lugar a Dios para recibir lo que le piden cuando se lo comienza a dar. Y asÃ, se quedan como vasos inútiles (ib. 6, 15) porque, queriendo ellos llegar al estado de los perfectos, no quisieron ser llevados por el camino de los trabajos de ellos, pero ni aun casi comenzar a entrar en él, sujetándose a lo que era menos, que era lo que comúnmente se suele padecer.
28. ¡Oh almas que os queréis andar seguras y consoladas en las cosas del espÃritu! Si supiésedes cuánto os conviene padecer sufriendo para venir a esa seguridad y consuelo, y cómo sin esto no se puede venir a lo que el alma desea, sino antes volver atrás, en ninguna manera buscarÃades consuelo ni de Dios ni de las criaturas; mas antes llevarÃades la cruz, y, puestos en ella, querrÃades beber allà la hiel y vinagre puro (Jn. 19, 29), y lo habrÃades a grande dicha, viendo cómo, muriendo asà al mundo y a vosotros mismos, vivirÃades a Dios en deleites de espÃritu y, si sufriendo con paciencia y fidelidad lo poco exterior, merecerÃades que pusiese Dios los ojos en vosotros para purgaros y limpiaros más adentro por algunos trabajos espirituales más de dentro, para daros bienes más de dentro. (San Juan de la Cruz. Llama de amor viva B 2,23-28).