El Evangelio de hoy (Jn 5,33-36):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a los judÃos:
   «Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardÃa y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que yo hago dan testimonio de mÃ: que el Padre me ha enviado».
Textos para profundizar:
696. El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el EspÃritu Santo, el fuego simboliza la energÃa transformadora de los actos del EspÃritu Santo. El profeta ElÃas que "surgió [...] como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del EspÃritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espÃritu y el poder de ElÃas" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que "bautizará en el EspÃritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), EspÃritu del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearÃa que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En forma de lenguas "como de fuego" se posó el EspÃritu Santo sobre los discÃpulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del EspÃritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). "No extingáis el EspÃritu"(1 Ts 5, 19).
San Juan de la Cruz. Llama de amor viva, 3,1-3:
1. Dios sea servido de dar aquà su favor, que cierto es menester mucho, para declarar la profundidad de esta canción. Y el que la leyere habrá menester advertencia, porque, si no tiene experiencia, quizá le será algo oscura y prolija, como también, si la tuviese, por ventura le serÃa clara y gustosa.
¡Oh lámparas de fuego!
2. Cuanto a lo primero, es de saber que las lámparas tienen dos propiedades, que son lucir y dar calor. Para entender qué lámparas sean éstas que aquà dice el alma y cómo luzcan y ardan en ella dándole calor, es de saber que Dios, en su único y simple ser, es todas las virtudes y grandezas de sus atributos: porque es omnipotente, es sabio, es bueno, es misericordioso, es justo, es fuerte, es amoroso, etc., y otros infinitos atributos y virtudes que no conocemos. Y siendo él todas estas cosas en su simple ser, estando él unido con el alma, cuando él tiene por bien abrirle la noticia, echa de ver distintamente en él todas estas virtudes y grandezas, conviene a saber: omnipotencia, sabidurÃa, bondad, misericordia, etc. Y como cada una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, el Hijo, el EspÃritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios y siendo Dios infinita luz e infinito fuego divino, como arriba queda dicho, de aquà es que en cada uno de estos innumerables atributos luzca y dé calor como Dios, y asà cada uno de estos atributos es una lámpara que luce al alma y da calor de amor.
3. Y, por cuanto en un solo acto de esta unión recibe el alma las noticias de estos atributos, juntamente le es al alma el mismo Dios muchas lámparas, que distintamente la lucen y dan calor, pues de cada una tiene distinta noticia, y de ella es inflamada de amor.