Y con humildad, confieso que he visto los frutos del ayuno y de los pequeños sacrificios, en mi y en otras personas, que vamos luchando nuestras batallas con templanza y por supuesto con la ayuda de la Santísima Trinidad y de Nuestra Señora.
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¡Siiiií, me atrevo!
Y con humildad, confieso que he visto los frutos del ayuno y de los pequeños sacrificios, en mi y en otras personas, que vamos luchando nuestras batallas con templanza y por supuesto con la ayuda de la Santísima Trinidad y de Nuestra Señora.