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Benedicto XVI. Una enseñanza de su juventud sobre la humildad

Actualizado: 10 abr


Textos para profundizar


Tomado de Benedicto XVI, Una vida, Peter Seewald, capítulo 24


«La deliberación del consejo de la facultad –con sus quince miembros alrededor de una gran mesa ovalada– en una sala del decanato de la Facultad de Teología Católica (...) pareció interminable. Aprobado o no aprobado: esa era la cuestión, puesto que ya no había que poner nota. Fuera, Ratzinger recorría impaciente el pasillo de un extremo a otro. «Contaba con lo peor». (...) Rostros tensos, respuesta liberadora: aprobado. «En aquel instante apenas fui capaz de sentir alegría», revive Ratzinger; «tal era todavía el peso sobre mí de la pesadilla vivida».


«En sus memorias escribe Ratzinger que a posteriori se dio «cuenta de que las pruebas de estos años difíciles fueron curativas para mí y que, por decirlo así, siguieron una lógica superior a la meramente científica». En una de nuestras entrevistas explicó lo que había querido decir en realidad con esta observación algo críptica:


«Bueno, había obtenido el doctorado muy rápidamente. Si me hubiese habilitado con la misma facilidad, habría tenido una conciencia demasiado fuerte de mi capacidad, la seguridad en mí mismo habría sido demasiado unilateral. Y así, por una vez, fui empequeñecido por completo. Eso le hace bien a uno: tener que reconocer de nuevo toda su menesterosidad, no aparecer como gran héroe, sino como un humilde candidato a profesor que se encuentra al borde del abismo y debe acostumbrarse a lo que le toca hacer después de ello. En este sentido, la lógica era que necesitaba cabalmente una humillación, y esta me sobrevino en cierto modo con razón... con razón en este sentido».


– ¿Quiere decir eso que tiende Ud. a una cierta arrogancia?


«No, eso no; pero creo que para un joven es peligroso conseguir una meta tras otra con facilidad y recibir elogios por doquier. Entonces es bueno que tropiece con sus límites. Que le traten críticamente alguna vez. Que tenga que pasar por una fase negativa. Que se conozca en sus propios límites. Que no vaya de triunfo en triunfo sin más, sino que también sufra derrotas. Eso lo necesita toda persona para aprender a valorarse correctamente, tener aguante y, no menos importante, pensar con otros. Y justo eso la ayudará a no juzgar precipitadamente y desde arriba, sino a aceptar de manera positiva al otro incluso en su tribulación, en sus debilidades».


Benedicto XVI, Primeras palabras tras su elección como Sucesor de San Pedro, Balcón central de la Basílica Vaticana, 19-5-2005.


«Queridos hermanos y hermanas: después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!».




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