El Evangelio de hoy (Lc 19,1-10):
✠
EN aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Textos para profundizar:
Apocalipsis 3,20:
“Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”.
Oración colecta
TE rogamos, Señor,
que a cuantos hoy honramos la gloriosa memoria
de la Santísima Virgen María,
nos concedas, por su intercesión,
participar, como ella, de la plenitud de tu gracia.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Jesús, mi Señor, mi Maestro, entra, siéntate, la mesa está dispuesta, cenemos juntos...
Gracias por venir a mi y tocar la puerta de mi corazón, a pesar de mi indignidad. Gracias por amarme y perdonar mis pecados, por enseñarme así a amar y a perdonar...
Que dulce manera de desmontar mis torpezas y de enseñarme el verdadero amor, sanando mis heridas y haciéndome sentir profundamente amada. Quiero aprender todo de Ti.
Ruego a Santa María, dispensadora de todas las gracias, que no me suelte de su mano y que me lleve al encuentro íntimo de amor con Dios.
Gracias Padre David por ayudarme a descubrir el poderoso mensaje del maravilloso Evangelio de hoy. Que Dios lo bendiga, que María lo…