Evangelio de hoy 10 abril 2024 (Jn 3,16-21.) Padre David de Jesús. Tanto amó Dios al mundo.
- María con nosotros
- 9 abr 2024
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El Evangelio de hoy (Jn 3,16-21):
✠
TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Textos para profundizar:
Oración colecta
AL celebrar un año más los misterios
en los que la humanidad
recibió la esperanza de la resurrección
recuperando la dignidad original,
invocamos, Señor, tu compasión,
para que percibamos siempre en el amor
lo que hemos celebrado con fe.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Santa Teresa de Jesús. Exclamaciones:
1. ¡Oh Dios mío y mi sabiduría infinita, sin medida y sin tasa y sobre todos los entendimientos angélicos y humanos! ¡Oh Amor, que me amas más de lo que yo me puedo amar, ni entiendo! ¿Para que quiero, Señor, desear más de lo que Vos quisiereis darme? ¿Para qué me quiero cansar en pediros cosa ordenada por mi deseo, pues todo lo que mi entendimiento puede concertar, y mi deseo desear, tenéis Vos ya entendido sus fines, y yo no entiendo cómo me aprovechar? En esto que mi alma piensa salir con ganancia, por ventura estará mi pérdida. Porque, si os pido que me libréis de un trabajo y en aquél está el fin de mi mortificación, ¿qué es lo que pido, Dios mío? Si os suplico me le deis, no conviene por ventura a mi paciencia, que aún está flaca y no puede sufrir tan gran golpe; y si con ella le paso y no estoy fuerte en la humildad, podrá ser que piense he hecho algo, y hacéislo Vos todo, mi Dios. Si quiero padecer, mas no querría en cosas en que parece no conviene para vuestro servicio perder el crédito, ya que por mí no entienda en mí sentimiento de honra, y podrá ser que por la misma causa que pienso se ha de perder se gane más para lo que pretendo, que es serviros. (Santa Teresa de Jesús. Exclamaciones 17,1).
Mensaje de los Padres de Concilio Vaticano II a todos los hombres:
Tanto amó Dios al mundo...
Creemos que el Padre amó tanto al mundo que para salvarlo entregó a su Hijo; que por medio de su Hijo nos ha liberado de la esclavitud del pecado, reconciliando por El todas las cosas en sí mismo, «pacificándolas por la sangre de su cruz» (Col 1,20), de modo que «nos llamamos y somos hijos de Dios». Además, el Padre nos da el Espíritu Santo para que, viviendo la vida de Dios, amemos a Dios y a los hermanos con quienes somos todos uno solo en Cristo.
Sin embargo, esta unión con Cristo no nos aparta de las obligaciones y trabajos temporales; al contrario, la fe, la esperanza y la caridad nos impulsan a servir a nuestros hermanos, siguiendo de este modo el ejemplo del divino Maestro, que «no vino a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28). Por eso la Iglesia no fue creada para dominar, sino para servir. «Él entregó su vida por nosotros y nosotros debemos entregarla por los hermanos» (1 Jn 3,16).
Así pues, confiando que a partir de los trabajos del Concilio brille más clara y más vívida la luz de la fe, esperamos la renovación espiritual, de la que proceda también un impulso fecundo que haga progresar los bienes humanos, es decir, los descubrimientos científicos, los avances de la técnica y una más amplia difusión de la cultura.
Que brille la faz de Jesucristo
En esta asamblea, bajo la guía del Espíritu Santo, queremos buscar el modo de renovarnos a nosotros mismos para que se nos encuentre cada vez más fieles al Evangelio de Cristo. Procuraremos proclamar a los hombres de este tiempo la verdad íntegra y pura de Dios, de tal modo que la comprendan y la acepten de buen grado. (Mensaje de los Padres del Concilio Vaticano II a todos los hombres, 20 octubre 1962).
Jn 3:16-21. "Sic enim dilexit". "Tanto amó".
Tanto amó el Señor al mundo
que se entregó por Amor,
dejó que lo despreciaran
quienes no quieren perdón.
Cristo sufrió hasta la muerte,
quiso morir en la cruz
a manos de quienes quieren
estar fuera de la luz.
No seas de ellos, sé de Cristo,
su nombre salva y es santo.
No recibirás el juicio
si abandonas el pecado.
Te quiere aunque no lo quieras,
por ti Cristo padeció
para darte vida eterna,
que estés siempre junto a Dios.
Para que hagas obras buenas,
que abandones el error,
que tu vida sea plena,
que descubras el Amor.
Por ti el Padre dio a su Hijo,
no reniegues del Señor,
para que no estés…
Qué difícil es alcanzar el equilibrio de Jesús, detestando el pecado y amando al pecador.
Sólo por gracia se puede amar al pecador tanto que podamos decirle las verdades con profundo respeto, caridad y delicado cuidado de su alma.
Y cuando no nos quieran oír, el Señor siempre querrá que le hablemos de esas personas que no han conocido su amor y se encuentran presas por la mentira o por sus propios pecados o ignorancia, pidiendo la gracia de la conversión para ellas.
María ayúdanos a ser prudentes y equilibrados para no dejar de decir con caridad lo que muchos ya no quieren escuchar.
La Paz del Señor. La asistencia de María.