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Evangelio de hoy Domingo 15 junio 2025. La Santísima Trinidad (Jn 16,12-15)

El Evangelio de hoy (Mt 28,16-20):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Textos para profundizar:

Santa Isabel de la Trinidad. Elevación a la Santísima Trinidad:

¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayudadme a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Vos, inmóvil y apacible, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de Vos, oh mi Inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la profundidad de vuestro Misterio!

Pacificad mi alma; haced de ella vuestro cielo, vuestra mansión preferida y el lugar de vuestro reposo. Que nunca os deje solo; antes permanezca enteramente allí, bien despierta en mi fe, en total adoración, entregada sin reserva a vuestra acción creadora.

¡Oh amado Cristo mío, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para vuestro corazón; quisiera cubriros de gloria, quisiera amaros... hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia, y os pido me revistáis de vos mismo, identifiquéis mi alma con todos los movimientos de vuestra alma, me sumerjáis, me invadáis, os sustituyáis a mí, para que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra Vida. Venid a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándoos, quiero ponerme en completa disposición de ser enseñada para aprenderlo todo de vos. Luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero tener siempre fija mi vista en vos y permanecer bajo vuestra gran luz. Oh amado Astro mío, fascinadme para que no pueda ya salir de vuestro resplandor.

Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, venid sobre mí para que en mi alma se realice una como encarnación del Verbo; que yo sea para Él una humanidad suplementaria, en la que Él renueve todo su misterio.

Y vos, oh Padre, inclinaos hacia vuestra pobrecita criatura, cubridla con vuestra sombra, no veáis en ella sino al Amado en quien habéis puesto todas vuestras complacencias.

Oh mis «Tres», mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en la que me pierdo, me entrego a vos como una presa, sepultaos en mí para que yo me sepulte en vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

Oración colecta

DIOS Padre,

que, al enviar al mundo

la Palabra de la verdad

y el Espíritu de la santificación,

revelaste a los hombres tu admirable misterio,

concédenos, al profesar la fe verdadera,

reconocer la gloria de la eterna Trinidad

y adorar la Unidad en su poder y grandeza.

Por nuestro Señor Jesucristo.

234. El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo" (DCG 47).

237. La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, "que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Concilio Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

257. O lux beata Trinitas et principalis Unitas! ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (LH, himno de vísperas "O lux beata Trinitas"). Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en Él" (Ef 1,4- 5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rm 8,29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rm 8,15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).

260. El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama –dice el Señor– guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).

«Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora» (Santa Isabel de la Trinidad, Oración).



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