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Curso de vida espiritual. 54) Bienaventurados los limpios de corazón (2ª parte).


TEXTOS PARA PROFUNDIZAR


Catecismo de la Iglesia Católica 364:


«El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45):


“Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día” (GS 14,1)».


Catecismo de la Iglesia Católica 2518:


«La sexta bienaventuranza proclama: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Los "corazones limpios" designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad (cf. 1 Tm 4, 3-9; 2 Tm 2 ,22), la castidad o rectitud sexual (cf. 1 Ts 4, 7; Col 3, 5; Ef 4, 19), el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe (cf. Tt 1, 15; 1 Tm 3-4; 2 Tm 2, 23-26). Existe un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la de la fe»


San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual B, Canción 35


En soledad vivía

y en soledad ha puesto ya su nido,

y en soledad la guía

a solas su Querido,

también en soledad de amor herido.


«Va prosiguiendo el Esposo, dando a entender el contento que tiene del bien que ha conseguido la Esposa por medio de la soledad en que antes quiso vivir, que es una estabilidad de paz y bien inmutable. Porque cuando el alma llega a confirmarse en la quietud del único y solitario amor del Esposo, como ha hecho ésta de que hablamos aquí, hace tan sabroso asiento de amor en Dios y Dios en ella, que no tiene necesidad de otros medios ni maestros que la encaminen a Dios, porque es ya Dios su guía y su luz. Porque cumple en ella lo que prometió por Oseas (2, 14), diciendo: Yo la guiaré a la soledad y allí hablaré a su corazón. En lo cual da a entender que en la soledad se comunica y une él en el alma. Porque hablarle al corazón es satisfacerle el corazón, el cual no se satisface con menos que Dios» (Cántico B, 35, 1).


P. Jacques Philippe, La felicidad donde no se espera.


Introducción


«La pureza de corazón mencionada en la sexta Bienaventuranza tiene consecuencias magníficas: «Todo es limpio para los limpios», dice san Pablo en la Carta a Tito (Tit 1, 15). La pureza ilumina enteramente la existencia y transforma la mirada sobre la vida. La pureza o la impureza no está en las cosas, sino en la mirada que tenemos sobre ellas.


«Va acompañada de una bella promesa: ver a Dios. No solo verle un día en el Paraíso, mediante una visión que nos colmará de felicidad, sino, desde ahora, conocer a Dios en verdad y reconocer también la acción de Dios en nuestra vida. No hay nada más grande que conocer a Dios. «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero» (Jn 17, 3).


El corazón puro no es un corazón perfectísimo


«Un modo esencial de comprender la pureza de corazón es este: un corazón puro no es un corazón absolutamente perfecto, sin herida ni defecto. Eso no existe entre los hombres. Es, sobre todo, un corazón enteramente decidido por Dios. Lo contrario de un corazón puro, según los profetas, es el corazón compartido, porque queda indeciso, irresuelto. El corazón de quien no ha hecho verdaderamente la elección entre Dios y el resto, el que no ha puesto toda su confianza y todo su amor en Dios.


Tu cuerpo es tu corazón


La noción de pureza es por supuesto más amplia que la esfera sexual a la que se la ha reducido a veces. Hay formas de impureza, de falta del respeto al otro y a sí mismo, actitudes mentirosas, de egoísmo o de orgullo, más graves a veces que las faltas por debilidad en la esfera de la sexualidad. El Señor se sirve además con frecuencia de las tentaciones y caídas en este campo para purificarnos del orgullo, que es un mal más radical. Se conoce la observación que hizo un obispo a propósito de las monjas jansenistas de Port-Royal: ¡puras como ángeles y orgullosas como demonios!


Pero es cierto que la ausencia de pureza de corazón en el ejercicio de la sexualidad, la mercantilización de los cuerpos, el hipererotismo de las relaciones entre personas, la desaparición de la menor noción de pudor y de castidad en los media, la pérdida de los puntos de referencia en cuanto al sentido de la sexualidad humana, entrañan consecuencias absolutamente dramáticas para las personas, destruyen a los jóvenes y a las familias. (...)


No hay pureza de corazón sin pureza del cuerpo. Las dos están demasiado unidas. El cuerpo es el joyero del corazón, de la interioridad, de la intimidad, y es el medio a través del que se expresa el corazón.


La pureza de corazón nos hace misericordiosos con todos los seres


«La Bienaventuranza de los limpios de corazón sigue a la de los misericordiosos, y no es por azar. La cima de la pureza de corazón es el ejercicio de la misericordia. Nada purifica tanto el corazón del hombre como la misericordia. Jesús dijo a los fariseos: «Dad, más bien, limosna de lo que guardáis dentro, y así todo será puro para vosotros» (Lc 11, 41). Eso se afirma de manera muy fuerte en los bellos textos de Isaac el Sirio, monje y más tarde obispo de Nínive en el siglo VII:


«Quien considera que todos los hombres son buenos y ningún hombre le parece impuro y manchado, ese es verdaderamente puro en su corazón» (Obras espirituales, discurso 85).


El grado último de la pureza de corazón consiste en no juzgar a nadie.


«En resumen, ¿qué es la pureza? Es un corazón compasivo ante toda la naturaleza creada […]. ¿Y quién es compasivo? Un corazón ardiente por toda la creación, por todos los hombres, las aves, las bestias, los ángeles, por toda criatura. Cuando piensa en ellos y los ve, sus ojos derraman lágrimas. Tan fuerte y violenta es su compasión, y tan grande su constancia, que su corazón se aprieta y no puede soportar oír o ver el menor mal o la menor tristeza en el seno de la creación. Por eso reza con lágrimas y a toda hora por los irracionales, por los enemigos de la verdad y todos los que hacen daño, para que sean guardados y perdonados. En la inmensa compasión que se alza en su corazón, sin medida, a imagen de Dios, reza incluso por las serpientes» (Obras espirituales, discurso 81).


Guardar puro el corazón en la prueba y los sufrimientos


«La lucha por la pureza de corazón consiste en mantener el corazón libre de todo lo que, de un modo u otro, podrá lastimarlo, hacerle perder su capacidad de amar. En particular, todos los pensamientos negativos que nos asaltan tan a menudo: los juicios, las amarguras, las tristezas, las inquietudes, etc.


Lo que nos hace daño verdaderamente no es lo que nos llega del exterior, sino cómo reaccionamos desde el interior. Comenzando por los pensamientos que mantenemos. Los golpes de la vida, los sufrimientos y decepciones que padecemos, hacen nacer en nosotros, evidentemente, muchos pensamientos negativos. Es inevitable. Pero es absolutamente vital no dejar libre curso a esos pensamientos, no mantenerlos voluntariamente, sino sustituirlos por pensamientos positivos, pensamientos de fe, de esperanza, de amor. Este es un aspecto esencial de la lucha interior.


Muy fácilmente, por ejemplo, el sufrimiento se transforma en acusación, en amargura, en juicio, en pesimismo, en desaliento, en inquietud, etc. Es eso (y no el sufrimiento mismo) lo que nos hace mucho daño y ensucia nuestra alma. Es pues fundamental, en tiempos difíciles, guardar nuestro corazón puro, en cuanto a los pensamientos que alberga. No es fácil, soy bien consciente, pero es vital.



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