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Domingo 12 Tiempo Ordinario. Año A (Mt 10,26-33). Padre David de Jesús.

El Evangelio de hoy (Mt 10,26-33):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse.

Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.

A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».

Textos para profundizar:

Isaías 41,8-14:

8 Y tú, Israel, siervo mío; | Jacob, mi escogido; | estirpe de Abrahán, mi amigo,

9 a quien escogí de los extremos de la tierra, | a quien llamé desde sus confines, diciendo: | «Tú eres mi siervo, | te he elegido y no te he rechazado»,

10 no temas, porque yo estoy contigo; | no te angusties, porque yo soy tu Dios. | Te fortalezco, te auxilio, | te sostengo con mi diestra victoriosa.

11 Se avergonzarán humillados | los que se enfurecían contra ti; | serán aniquilados y perecerán | los que pleiteaban contra ti.

12 Buscarás a tus adversarios, | y no podrás encontrarlos: | serán aniquilados, como nada, | los que te combaten.

13 Porque yo, el Señor, tu Dios, | te tomo por tu diestra y te digo: | «No temas, yo mismo te auxilio».

14 No temas, gusanillo de Jacob, | oruga de Israel, | yo mismo te auxilio | —oráculo del Señor—, | tu libertador es el Santo de Israel.

San Juan de la Cruz. Subida del Monte Carmelo:

Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres, que tengo para mí que las más de las obras que hacen públicas, o son viciosas, o no les valdrán nada, o son imperfectas delante de Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos humanos. Porque ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren (hacer) sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de imagen, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de algunos se puede decir que se adoran a sí más que a Dios? Lo cual es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.

Pero, dejados éstos que son de los peores, ¿cuántos hay que de muchas maneras caen en este daño de sus obras? De los cuales, unos quieren que se las alaben, otros que se las agradezcan; otros las cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aun todo el mundo, y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por terceros porque se sepa más, otros quieren lo uno y lo otro; lo cual es el tañer de la trompeta, que dice el Salvador en el Evangelio (Mt. 6, 2) que hacen los vanos, que por eso no habrán de sus obras galardón de Dios.

6. Deben, pues, éstos para huir este daño, esconder la obra, que sólo Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la ha de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni él se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra, que es como decir: no estimes con el ojo temporal y carnal la obra que haces espiritual. Y de esta manera se recoge la fuerza de la voluntad en Dios y lleva fruto delante de él la obra; de donde no sólo no la perderá sino que será de grande mérito. (San Juan de la Cruz. Subida del Monte Carmelo 3,28,5-6).

Definición de miedo:

Del lat. metus 'temor'.

1. m. Angustia por un riesgo o daño real o imaginario.

2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.



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