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Domingo 22 Tiempo Ordinario. Año A (Mt 16,21-27) Padre David de Jesús.

El Evangelio de hoy (Mt 16,21-27):

EN aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

«Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

Entonces dijo a los discípulos:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta».

Textos para profundizar:

1502. El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad (cf. Sal 38) y de Él, que es el Señor de la vida y de la muerte, implora la curación (cf. Sal 6,3; Is 38). La enfermedad se convierte en camino de conversión (cf. Sal 38,5; 39,9.12) y el perdón de Dios inaugura la curación (cf. Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12). Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a Dios, según su Ley, devuelve la vida: "Yo, el Señor, soy el que te sana" (Ex 15,26). El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados de los demás (cf. Is 53,11). Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad (cf. Is 33,24).

1505. Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,17; cf. Is 53,4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf. Is 53,4-6) y quitó el "pecado del mundo" (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.

Santa Teresa del Niño Jesús. Carta 186:

Entonces comprenderemos el valor del sufrimiento y de las pruebas, y repetiremos como Jesús: «Verdaderamente, era necesario que nos probase el sufrimiento para hacernos entrar en la gloria».

Carta 211:

Santa Teresita pone en labios de la Virgen María estas palabras:

Hijita querida:

Si supieras cómo alegras mi corazón y el de mi pequeño Jesús, ¡qué feliz serías...! Pero no lo sabes, no lo ves, y tu alma está triste. Quisiera [1vº/2rº] poder consolarte; si no lo hago, es porque conozco el valor del sufrimiento y de la angustia del corazón. Hija mía querida, si supieras qué hundida estaba yo en la amargura al ver a mi tierno esposo san José volver triste hacia mí sin haber encontrado posada...



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