El Evangelio de hoy (Lc 6,43-49):
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EN aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cayó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».
Que hermoso regalo nos ha traído hoy con esta reflexión, querido Padre David. Que don tan grande nos ha dado Dios al permitirnos formar parte de esta familia espiritual!
A Ti Madre del Cielo te pido me ayudes a cuidar con dedicación y amor delicado a los que me han sido confiados, con la esperanza de que llegarán a ser frutos maduros y buenos. Y a mí, Madre mía, llévame de Tu mano y enséñame a escuchar y a poner en práctica las Palabras de Tu Hijo, con amorosa obediencia.
Tener tranquilidad en medio de las tormentas es una muestra de que la firmeza de los cimientos la da nuestra Fe en Cristo Jesús, en Sus Enseñanzas, en Su Palabr…