El Evangelio de hoy (Jn 16,20-23a):
✠
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».
Textos para profundizar:
Apocalipsis 12,1-2:
1 Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; 2 y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz.
Gálatas 4,19:
19 Hijos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros.
Romanos 8,22-23:
22 Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.23 Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
Catecismo de la Iglesia Católica:
1010. Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. "Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia" (Flp 1, 21). "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él" (2 Tm 2, 11). La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a El en su acto redentor:
«Para mí es mejor morir en (eis) Cristo Jesús que reinar de un extremo a otro de la tierra. Lo busco a Él, que ha muerto por nosotros; lo quiero a Él, que ha resucitado por nosotros. Mi parto se aproxima [...] Dejadme recibir la luz pura; cuando yo llegue allí, seré un hombre» (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos 6, 1-2).
2630. El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo Testamento. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de parto” (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera “del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm 8, 23-24), y, por último, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).
¡Gracias por vuestros preciosos comentarios!
Ahora entiendo por qué encuentro tan clara definición cuando le digo al Señor que vengo gimiendo bajo el peso de mis pecados(como se dice en la oración "Acordaos", se lo digo, no solo a la Virgen , sino también al Señor). Se lo digo muchas veces, incluso antes de ir a Comulgar. Y siento el alivio de decir exactamente lo que siento y la pura realidad.
Qué buena meditación, padre. Gracias
Gracias Padre David por hablarnos tan francamente. Yo soy una simple laica que vivo la fe y necesito que me instruyan en experiencias que vivo en mi alma y en sus enseñanzas encuentro respuestas. Muchas gracias !! He sentido esos dolores de parto en mi alma o creo que los vivo espiritualmente permanentemente ! Mucha fortaleza y fe !!! Que el Señor se sirva de mi alma!!! Bendiciones!!!
Bendito Espíritu Santo qué tus gemidos entren en mí alma y corazón para haci poder ir construyendo una nueva humanidad .
Qué alegría también poderlo saludar Padre David un fuerte abrazo desde México.🙏🙏💕💕
Que los dolores de parto de mi alma sean el preludio de Jesús que nace en mí.
Jesús, contigo todo, sin Ti nada. Dame la gracia de ser grata morada para Ti.
Ven Espíritu Santo, que Tus gemidos inenarrables hablen por mi.
Bendita Trinidad, un solo Dios.