El Evangelio de hoy (Lc 21,20-28):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción.
Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».
Textos para profundizar:
Consagración al Inmaculado Corazón de María:
Oh Corazón Inmaculado de María, lleno de bondad,
muéstranos tu amor para con nosotros.
La llama de tu Corazón, Oh María,
inflama a todos los hombres.
Te amamos infinitamente.
Imprime en nuestros corazones el verdadero Amor,
de modo que tengamos un continuo deseo de Ti.
Oh María, de suave y humilde Corazón,
acuérdate de nosotros cuando estemos en pecado.
Tú sabes que todos los hombres pecan.
Concédenos, por medio de tu Inmaculado
y maternal Corazón,
que seamos curados de toda enfermedad espiritual.
Haz que siempre podamos contemplar
la bondad de tu Corazón Maternal
y nos convirtamos por medio de la llama
de tu Corazón. Amén.
Consagrarnos a María para ser buenos hijos y dejarnos guiar por Ella teniendo un continuo deseo de permanecer a su lado, bajo su manto maternal, pues donde está la Madre, está el Hijo. Ella es la dispensadora de todas las gracias y la omnipotencia suplicante. Efectivamente es el camino más seguro, más corto y más perfecto para ir a Jesús y alcanzar la santidad. Alabado sea Jesucristo, bendita seas María, Madre de Dios y Madre nuestra, a tu lado no tengo miedo.
La Consagración a María es el camino privilegiado para ser totalmente de Jesús y para ser santos.
Totus Tuus María!