El Evangelio de hoy (Jn 1,43-51):
✠
EN aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice:
«Sígueme».
Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice:
«Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».
Natanael le replicó:
«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».
Felipe le contestó:
«Ven y verás».
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Textos para profundizar:
San Juan de la Cruz. Cántico espiritual B:
(…) porque así como las cavernas son profundas y de muchos senos así cada misterio de los que hay en Cristo es profundísimo en sabiduría y tiene muchos senos de juicios suyos ocultos de predestinación y presciencia en los hijos de los hombres. Por lo cual, dice luego:
Que están bien escondidas.
4. Tanto, que por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir, y aun por entender; y así hay mucho que ahondar en Cristo: porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá. Que, por eso, dijo san Pablo (Col 2,3) del mismo Cristo, diciendo: En Cristo moran todos los tesoros y sabiduría escondidos. (San Juan de la Cruz. Cántico espiritual B 37,4).
Concilio Vaticano II. Gaudium et spes:
22. Realmente, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Pues Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, de Cristo, el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación. (Concilio Vaticano II. Gaudium et spes 22).
Santa Teresa de Jesús. Libro de las moradas:
Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración. (Santa Teresa de Jesús. Libro de las moradas 1,1,7).
Evangelio según San Juan 1,43-51.
Jesús dijo: Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."
Poesía : A ese Cielo danzarín.
Un llamado inesperado,
de una voz invisible,
secretamente callado,
me invitó a levantar los ojos,
y a suspender el alma,
a la vista de aquel cielo,
que se abría a mi mirada.
Majestuoso espectáculo,
que sin pronunciar palabras,
a mi alma enamoraba,
Y yo decía: es Dios!
¡que grande eres Señor!!!
nada puede abarcarte,
nada es más bello que Tu,
tan poderoso, tan suave,
tan inmenso, tan glorioso,
tan intenso, tan incomparable!.
Y yo?,… tan pequeñita alma,
quedé toda…
María, mi Señora, Madre y Maestra, de nuevo tómame de tu mano y condúceme a las profundidades del encuentro con Tu Hijo, que ya ÉL me llevará al encuentro con el Padre...
Que misterio tan grande e insondable es el Amor de Dios...
Señor, que Te conozca y que me conozca, que Te comprenda y que me comprenda, he ahí el sentido de mi existencia...
Gracias Padre David por esta invitación que acepto gustosa.
¡La Paz del Señor, la oración de María y de José!