"Y no es de maravillar que el alma con tanta frecuencia ande en estos gozos, júbilos y fruición y alabanzas de Dios, porque, demás del conocimiento que tiene de las mercedes recibidas, siente a Dios aquí tan solicito en regalarla con tan preciosas y delicadas y encarecidas palabras, y de engrandecerla con unas y otras mercedes, que le parece al alma que no tiene él otra en el mundo a quien regalar, ni otra cosa en que se emplear, sino que todo él es para ella sola. Y, sintiéndolo así, lo confiesa como la Esposa en los Cantares, diciendo: Dilectus meus mihi et ego illi (2,16 y 6,2)".
(San Juan de la Cruz. Llama de amor viva 2,36).
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