El Evangelio de hoy (Mt 9,35-10,1.5a.6-8):
✠
EN aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».
Textos para profundizar:
San Juan de la Cruz. Cántico espiritual:
Que nadie lo miraba.
2. Lo cual es como si dijera: mi alma está ya desnuda, desasida, sola y ajena de todas las cosas criadas de arriba y de abajo, y tan adentro entrada en el interior recogimiento contigo, que ninguna de ellas alcanza ya de vista el íntimo deleite que en ti poseo, es a saber, a mover mi alma a gusto con su suavidad, ni a disgusto y molestia con su miseria y bajeza, porque, estando mi alma tan lejos de ellas y en tan profundo deleite contigo, ninguna de ellas lo alcanza de vista. (San Juan de la Cruz. Cántico espiritual B 40,2).
Santa Teresa del Niño Jesús. Historia de un alma:
“¡Qué grande es, pues el poder de la oración! Se diría que es como una reina que en todo momento tiene acceso libre al rey y que puede alcanzar todo lo que pide”. (Santa Teresa del Niño Jesús. Historia de un alma, Manuscrito C 25 r).
Catecismo de la Iglesia Católica:
1697. (…) el Espíritu Santo, Maestro interior de la vida según Cristo, dulce huésped del alma que inspira, conduce, rectifica y fortalece esta vida.
2827. “Si alguno [...] cumple la voluntad [...] de Dios, a ése le escucha” (Jn 9, 31; cf. 1 Jn 5, 14). Tal es el poder de la oración de la Iglesia en el Nombre de su Señor, sobre todo en la Eucaristía; es comunión de intercesión con la Santísima Madre de Dios (cf. Lc 1, 38. 49) y con todos los santos que han sido “agradables” al Señor por no haber querido más que su Voluntad:
«Incluso podemos, sin herir la verdad, cambiar estas palabras: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” por estas otras: en la Iglesia como en nuestro Señor Jesucristo; en la Esposa que le ha sido desposada, como en el Esposo que ha cumplido la voluntad del Padre» (San Agustín, De sermone Domini in monte, 2, 6, 24).
Señor, Tu sí que conoces los recovecos de mi alma, síguelos alumbrando y saca todo lo que es ajeno a Ti y que me impide llegar al más profundo centro , donde Tu moras, donde Tu me esperas, donde Tu me sanas, restauras y fortaleces.
Santísima Virgen María, ven, hazme de Mamá, ayúdame a poner en orden mi morada interior, mis afectos, para que mi vida sea agradable a los ojos de Dios y para que yo no impida que se cumpla en mi Su Voluntad Divina.