El Evangelio de hoy (Lc 7,1-10):
✠
EN aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:
«Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Textos para profundizar:
Concilio Vaticano II. Ad gentes divinitus:
Por ello, todos los hijos de la Iglesia han de tener viva conciencia de su responsabilidad para con el mundo, fomentar en sí mismos un espíritu verdaderamente católico y consagrar sus energías a la obra de evangelización. Sepan todos, sin embargo, que su primera y principal obligación en pro de la difusión de la fe es vivir profundamente la vida cristiana. Así, su fervor en el servicio de Dios y su caridad para con los demás aportarán nuevo aliento espiritual a toda la Iglesia, que aparecerá como signo levantado entre las naciones, «luz del mundo» (Mt 5, 14) y «sal de la tierra» (Mt 5,13). (Concilio Vaticano II. Ad gentes divinitus 36b).
828. Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores (cf. LG 40; 48-51). "Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia" (CL 16, 3). En efecto, "la santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero" (CL 17, 3).
Uno de mis sueños es que sus sueños se cumplan Padre David y que Usted, yo y todos seamos santos.
Fe con obras, fe con amor sin acepción de personas, fe con ansias de cielo.
Le pido a Dios que aumente mi fe y mi confianza en ÉL, así como la humildad y que mi vida se vaya transformando día a día y ayudando a transformar las de otros. Le pido que ponga en todos los corazones el deseo de tener un encuentro personal con ÉL, que todos podamos decir con sincero corazón "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bstará para sanarme". Que sea como Dios disponga.
Gracias Padre David y Padre…
https://evangeliomeditadoenverso.blogspot.com/2024/09/lc-71-10-tantam-fidem-tanta-fe.html
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