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Evangelio de hoy 2 mayo 2024 (Jn 15,9-11) Padre David de Jesús. La contemplación: abismarse en Dios.

El Evangelio de hoy (Jn 15,9-11):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

    «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

Textos para profundizar:

Oración sobre las ofrendas

OH, Dios,

que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad

por el admirable intercambio de este sacrificio,

concédenos alcanzar en una vida santa

la realidad que hemos conocido en ti.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Juan de la Cruz. Subida del Monte Carmelo:

1. Creo se va ya dando a entender algo cómo la fe es oscura noche para el alma y cómo también el alma ha de ser oscura o estar a oscuras de su luz para que de la fe se deje guiar a este alto término de unión. Pero para que eso el alma sepa hacer, convendrá ahora ir declarando esta oscuridad que ha de tener el alma algo más menudamente para entrar en este abismo de la fe. Y así, en este capítulo hablaré en general de ella, y adelante, con el favor divino, iré diciendo más en particular el modo que se ha de tener para no errar en ella ni impedir a tal guía. (San Juan de la Cruz. Subida del Monte Carmelo 2,4,1).

2785. Un corazón humilde y confiado que nos hace volver a ser como niños (cf. Mt 18, 3); porque es a “los pequeños” a los que el Padre se revela (cf. Mt 11, 25):

«Es una mirada a Dios y sólo a Él, un gran fuego de amor. El alma se hunde y se abisma allí en la santa dilección y habla con Dios como con su propio Padre, muy familiarmente, en una ternura de piedad en verdad entrañable» (San Juan Casiano, Conlatio 9, 18).

«Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la oración [...] y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir [...] ¿Qué puede Él, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?» (San Agustín, De sermone Domini in monte, 2, 4, 16).



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