El Evangelio de hoy (Mt 23,13-22):
✠
EN aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la “gehenna” el doble que vosotros!
¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?
O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».
Textos para profundizar:
Concilio Vaticano II. Presbyterorum Ordinis:
12. Por el sacramento del orden, los presbíteros se identifican con Cristo Sacerdote, como ministros de la Cabeza, para la construcción y edificación de todo su Cuerpo, que es la Iglesia, como colaboradores del orden episcopal. Ya en la consagración bautismal recibieron, como todos los cristianos, el signo y don de tan gran vocación y gracia para que, incluso contando con la debilidad humana"*, puedan y deban tender a la perfección, según la palabra del Señor: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). Los sacerdotes están especialmente obligados a alcanzar esa perfección. En efecto, el sacramento del orden los ha consagrado de una nueva manera a Dios y los ha hecho instrumentos vivos de Cristo, Sacerdote eterno, para que puedan continuar a través de los tiempos su obra maravillosa, que restauró, con su eficacia sobrenatural, a todo el género humano, Todo sacerdote, a su manera, representa a la persona del mismo Cristo. Por eso también recibe abundantemente una gracia especial para que pueda servir a los fieles que le han sido confiados y a todo el Pueblo de Dios, y así tender mejor a la perfección de Aquel a quien representa. Así, la santidad de Cristo, que se hizo nuestro Pontífice «santo, inocente, sin mancha, y separado de los pecadores» (Heb 7,26), curará la debilidad de la carne humana.
El Señor sabe con cuánto amor y respeto oro por mis queridos Sacerdotes. Me gusta mucho la Oración de Santa Teresita de Jesús y de la Santa Faz por la santidad de todos ellos :
¡Oh Jesús!
Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes,
por tus sacerdotes tibios e infieles,
por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones,
por tus sacerdotes que sufren tentación,
por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación,
por tus jóvenes sacerdotes,
por tus sacerdotes ancianos,
por tus sacerdotes enfermos,
por tus sacerdotes agonizantes
por los que padecen en el purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes
que me son más queridos,
al sacerdote que me bautizó,
al que me absolvió…