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Retiro de Adviento. 3ª Meditación: Con María y José esperamos a Jesús


TEXTOS PARA PROFUNDIZAR

 

1. San José: el hombre del silencio, la escucha y la obediencia de la fe

 

Mateo 1, 18-25:

 

«La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.  José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado.  Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.  Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».  Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:  «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».  Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.  Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús».

 

 

Benedicto XVI:

 

«Mientras que el ángel «entra» donde se encuentra María (Lc 1,28), a José sólo se le aparece en sueños, pero en sueños que son realidad y revelan realidades. Se nos muestra una vez más un rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento. Sólo a una persona íntimamente atenta a lo divino, dotada de una peculiar sensibilidad por Dios y sus senderos, le puede llegar el mensaje de Dios de esta manera. Y la capacidad de discernimiento era necesaria para reconocer si se trataba sólo de un sueño o si verdaderamente había venido el mensajero de Dios y le había hablado. El mensaje que se le consigna es impresionante y requiere una fe excepcionalmente valiente. ¿Es posible que Dios haya realmente hablado? ¿Qué José haya recibido en sueños la verdad, una verdad que va más allá de todo lo que cabe esperar? ¿Es posible que Dios haya actuado de esta manera en un ser humano? ¿Qué Dios haya realizado de este modo el comienzo de una nueva historia con los hombres? Mateo había dicho antes que José estaba «considerando en su interior» (enthymēthèntos) cuál debería ser la reacción justa ante el embarazo de María. Podemos por tanto imaginar cómo luche ahora en lo más íntimo con este mensaje inaudito de su sueño: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo» (Mt 1,20)»  (Benedicto XVI, La infancia de Jesús).

 

 

San Juan Pablo II:

 

«Al comienzo de esta peregrinación, la fe de María se encuentra con la fe de José. Si Isabel dijo de la Madre del Redentor: “Feliz la que ha creído”, en cierto sentido se puede aplicar esta bienaventuranza a José, porque él respondió afirmativamente a la Palabra de Dios, cuando le fue transmitida en aquel momento decisivo. En honor a la verdad, José no respondió al «anuncio» del ángel como María; pero hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó consigo a su esposa. Lo que él hizo es genuina "obediencia de la fe" (cf. Rom 1, 5; 16, 26; 2 Cor 10, 5-6).

 

Se puede decir que lo que hizo José le unió en modo particularísimo a la fe de María. Aceptó como verdad proveniente de Dios lo que ella ya había aceptado en la anunciación. El Concilio dice al respecto: “Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por él” [7]. La frase anteriormente citada, que concierne a la esencia misma de la fe, se refiere plenamente a José de Nazaret» (Redemptoris Custos 4).

 

 

2. La comunión de María y José, familia para Jesús en el designio del Padre

 

San Juan Pablo II:

 

«En esta grande obra de renovación de todas las cosas en Cristo, el matrimonio, purificado y renovado, se convierte en una realidad nueva, en un sacramento de la nueva Alianza. Y he aquí que en el umbral del Nuevo Testamento, como ya al comienzo del Antiguo, hay una pareja. Pero, mientras la de Adán y Eva había sido fuente del mal que ha inundado al mundo, la de José y María constituye el vértice, por medio del cual la santidad se esparce por toda la tierra. El Salvador ha iniciado la obra de la salvación con esta unión virginal y santa, en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar y santificar la familia, santuario de amor y cuna de la vida» (Redemptoris Custos 7).

 

 

3. María y José esperan juntos el cumplimiento de las promesas de Dios

 

Isaías 35, 1-10:

 

«El desierto y el yermo se regocijarán, | se alegrará la estepa y florecerá, |  germinará y florecerá como flor de narciso, | festejará con gozo y cantos de júbilo. | Le ha sido dada la gloria del Líbano, | el esplendor del Carmelo y del Sarón. | Contemplarán la gloria del Señor, | la majestad de nuestro Dios. |  Fortaleced las manos débiles, | afianzad las rodillas vacilantes; |  decid a los inquietos: | «Sed fuertes, no temáis. | ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, | la retribución de Dios. | Viene en persona y os salvará». |  Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, | los oídos de los sordos se abrirán; |  entonces saltará el cojo como un ciervo | y cantará la lengua del mudo, | porque han brotado aguas en el desierto | y corrientes en la estepa. |  El páramo se convertirá en estanque, | el suelo sediento en manantial. | En el lugar donde se echan los chacales | habrá hierbas, cañas y juncos. |  Habrá un camino recto. | Lo llamarán «Vía sacra». | Los impuros no pasarán por él. | Él mismo abre el camino | para que no se extravíen los inexpertos. |  No hay por allí leones, | ni se acercan las bestias feroces. | Los liberados caminan por ella |  y por ella retornan los rescatados del Señor. | Llegarán a Sión con cantos de júbilo: | alegría sin límite en sus rostros. | Los dominan el gozo y la alegría. | Quedan atrás la pena y la aflicción».




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