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Retiro de Adviento y Navidad. 5ª Meditación: La adoración de los pastores y de los magos


TEXTOS PARA PROFUNDIZAR

 

1. Los pastores


Lucas 2, 8-20:

 

«En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.  De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.  El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo:  hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.  Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».  De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo:  «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».


Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado».


Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.  Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.  Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores.  María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.  Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho».

 

Lucas 10, 17:


«En verdad os digo, el que no reciba el reino de Dios como un niños, no entrará en él».

 

Lucas 10, 21:

 

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños».

 

 

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 526:

 

«”Hacerse niño” con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino; para eso es necesario abajarse, hacerse pequeño; más todavía: es necesario “nacer de lo alto”, “nacer de Dios” para “hacerse hijos de Dios”. El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo “toma forma” en nosotros (Ga 4, 19). Navidad es el misterio de este "admirable intercambio":

 

«¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad» (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de las Horas).

 

 

2. Los magos


Mateo 2, 1-12


«Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».  Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.  Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:  “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”».  Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».  Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.  Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.  Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.  Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino».


Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 142-143:

 

«Por su revelación, “Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”. La respuesta adecuada a esta invitación es la fe. Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela. La sagrada Escritura llama “obediencia de la fe” a esta respuesta del hombre a Dios que revela».

 

 

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 104:

 

«En la sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).




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